En un momento en que Ucrania atraviesa una de las etapas más difíciles de su historia, el gobierno de Volodímir Zelensky ha optado por firmar un acuerdo económico con Estados Unidos que, aunque presentado como estratégico y justo, deja al descubierto profundas asimetrías de poder. El acuerdo por minerales raros, sellado el 30 de abril, en Washington, expone la fragilidad de un país dependiente de la ayuda extranjera, y plantea preguntas incómodas sobre su soberanía y autonomía en la toma de decisiones.

Estados Unidos accede ahora a contratos preferenciales para la extracción de tierras raras, petróleo y gas en suelo ucraniano, a través de un fondo binacional que se supone contribuirá a la reconstrucción del país. Sin embargo, los términos del acuerdo muestran que fue Washington quien impuso las condiciones centrales, en un contexto de chantaje diplomático disfrazado de cooperación.

Qué gana Estados Unidos con el acuerdo de minerales raros

Desde la óptica de la Casa Blanca, este pacto es una victoria múltiple. En primer lugar, garantiza el acceso prioritario a los yacimientos ucranianos de litio, uranio, neodimio y otros elementos esenciales para la industria tecnológica y armamentística. De este modo, la administración Trump se asegura una fuente estratégica de abastecimiento que le permitirá reducir su dependencia de China, el principal productor global de estos materiales.

Segundo, Estados Unidos logra institucionalizar su influencia sobre la economía ucraniana. Al tener participación igualitaria en el fondo de inversión para la reconstrucción, Washington se convierte en actor clave en la gestión de los recursos minerales, energéticos e infraestructurales del país europeo.

Tercero, se trata de una jugada política que permite a Donald Trump mostrarse como un negociador fuerte ante el electorado, justo en la marca de sus 100 primeros días de mandato. “No estamos regalando dinero, estamos haciendo inversiones inteligentes”, dijo un asesor del Tesoro al anunciar la firma. El mensaje es claro: Ucrania no recibe ayuda sin contrapartidas.

Qué gana Ucrania

Para Ucrania, la ganancia inmediata es el respaldo económico y militar de su principal aliado occidental. A través del fondo compartido, Kiev podrá acceder a nuevas inversiones en minería e infraestructura, así como asegurar que la ayuda militar estadounidense no se interrumpa.

El gobierno de Zelensky también celebra haber evitado que el acuerdo reconociera como deuda la asistencia brindada por EE.UU. en años anteriores, una condición que Trump intentó imponer durante las primeras negociaciones. Asimismo, Ucrania mantiene formalmente la propiedad de sus recursos naturales y el derecho de decidir qué se extrae y dónde.

Pero estas “conquistas” deben ser vistas con cautela. El hecho de que Estados Unidos tenga derecho de tanteo sobre nuevos proyectos de explotación implica una pérdida real de margen de maniobra. Y aunque se prometen reinversiones para la reconstrucción durante los próximos 10 años, no hay garantías vinculantes de que esos beneficios no se desvíen o sean absorbidos por intereses corporativos estadounidenses.

¿Una cesión disfrazada de cooperación?

Más allá de las declaraciones oficiales, el acuerdo por minerales raros nace del desequilibrio. Ucrania, devastada por la guerra, aislada económicamente y bajo presión constante de Moscú, no estaba en posición de negociar en igualdad de condiciones. La retórica de “asociación estratégica” apenas disfraza una relación profundamente asimétrica, donde el poder de decisión se inclina hacia el lado que aporta el capital y la tecnología.

Funcionarios ucranianos cercanos a las negociaciones admiten en privado que hubo presiones explícitas de la administración Trump, que amenazó con frenar el apoyo militar si Kiev no aceptaba los términos. Incluso el altercado en febrero entre Trump y Zelensky en el Despacho Oval —cuando el presidente ucraniano rechazó un borrador aún más entreguista— demuestra cuán difícil fue defender una mínima soberanía en este proceso.

El precedente que se instala con los minerales raros

Este acuerdo no solo impactará el presente de Ucrania, sino que marca un precedente para futuras relaciones entre países en crisis y potencias globales. Si bien se presenta como una fórmula de reconstrucción, muchos analistas coinciden en que abre la puerta a un modelo de dependencia prolongada.

Mientras Rusia y China observan de cerca, el mensaje que envía Estados Unidos con este pacto es contundente: el acceso a recursos estratégicos puede conseguirse bajo el discurso de la paz y la inversión, siempre que la otra parte esté suficientemente debilitada para aceptar las condiciones.

Así, el acuerdo por minerales raros se convierte en un ejemplo paradigmático de cómo las potencias moldean las reglas del juego global, incluso bajo la apariencia de ayuda humanitaria o cooperación económica. La pregunta que queda en el aire es si, en el largo plazo, Ucrania saldrá fortalecida… o simplemente habrá hipotecado parte de su futuro por sobrevivir el presente.