La dolarización de Ecuador tiene 23 años de polémica historia. Este país sufrió una dolorosa transición hacia el neoliberalismo en la década de 1990 de la mano de gobiernos de corte conservador. Se implementaron de forma apresurada medidas como la desregulación financiera, la reducción del tamaño del Estado, las privatizaciones y la apertura comercial. El sueño neoliberal derivó en una pesadilla: la crisis bancaria de 1999.
Qué llevó a la dolarización de Ecuador
En 1999, la moneda ecuatoriana en aquel momento, el sucre, acumuló una depreciación del 70%. Ante el acorralamiento, el gobierno del entonces presidente Jamil Mahuad decretó el 9 de enero de 2000 la dolarización de Ecuador como tabla de salvación. El sucre dejó de existir, se fijó una tasa de cambio de 25.000 sucres por dólar. Ecuador resignó de un día para el otro el control monetario.
La dolarización: espejismos y realidades
La adopción de la moneda estadounidense trajo inicialmente una fuerte desaceleración de la inflación. Este alivio fue efímero. La inflación local se mantuvo sistemáticamente por encima de la de EE.UU. al incorporar los factores internos. Quienes sí capitalizaron ganancias fueron los bancos, que se convirtieron en los principales asignadores de crédito ante la pérdida de emisión del Banco Central.
Otro espejismo fue la idea de que la dolarización potenciaría el comercio con Estados Unidos. Nunca ocurrió. Actualmente, China, y no EE.UU., es el principal socio comercial de Ecuador. Tampoco mejoró la inserción en cadenas globales de valor o la atracción de inversiones. La productividad languideció: el aparato productivo ecuatoriano perdió competitividad al quedar atado a una moneda sobrevaluada y sin capacidad de ajustar el tipo de cambio.
Consecuencias de la dolarización de Ecuador
Mientras los expertos siguen debatiendo los efectos de la dolarización sobre el crecimiento, el empleo o la estabilidad económica, hay consecuencias sociales que son incontestables. Lejos de facilitar una transformación estructural, la dolarización de Ecuador concentró el ingreso en grandes grupos económicos, a la par que empujó al cierre a miles de micro y pequeños negocios, incapaces de operar con los estrechos márgenes de una economía totalmente dolarizada.
Éxodo y desigualdad: las cicatrices sociales de la dolarización
Quizás el éxodo de cerca de medio millón de migrantes hacia Europa y Estados Unidos en la primera década del 2000 sea la expresión más cruda del fracaso de las políticas neoliberales y la dolarización para mejorar el bienestar de los ecuatorianos. Irónicamente, las remesas enviadas por quienes debieron abandonar su país se convirtieron en pilar fundamental para sostener las importaciones y el gasto en la dolarizada economía ecuatoriana.
Otro récord vergonzoso que ostenta el país es el de la desigualdad. Ecuador no solo es uno de los países más desiguales de América Latina, sino del mundo. Los indicadores de pobreza y exclusión social se mantienen escandalosamente elevados. En las zonas rurales, 4 de cada 10 ecuatorianos subsisten bajo la línea de la pobreza. La inequitativa distribución del ingreso se ha acentuado desde la dolarización.
Y lo más grave, no existe una salida clara de este régimen monetario. Ecuador podría verse forzado a transitar por una situación similar ante cualquier shock externo o desaceleración abrupta de las remesas. El margen de maniobra de la política económica es mínimo tras más de 20 años de dolarización.
El nuevo gobierno de Daniel Noboa tiene ante sí el reto de frenar la violencia del país y mejorar la economía. El camino no será fácil, pero perpetuar indefinidamente la dolarización de Ecuador sin asumir sus fallas distributivas tampoco luce nada halagüeño.