El Tapón del Darién, una región de selva tropical en la frontera entre Colombia y Panamá, se ha convertido en un punto clave de la industria migratoria en Latinoamérica, osea de tráfico de migrantes. Cada vez más personas de países como Venezuela, Ecuador y Haití intentan cruzar esta peligrosa jungla para llegar a Estados Unidos, pagando tarifas elevadas a redes de traficantes locales.

De acuerdo con un artículo del diario New York Times, en 2022 cruzaron la selva del Darién más de 250.000 personas, superando ampliamente el récord anterior. Y en lo que va de 2023, Panamá reporta que han pasado más de 360.000 migrantes. Estas cifras sin precedentes evidencian cómo el Darién se ha transformado en una ruta migratoria masiva hacia el norte.

Migrantes, un gran negocio para políticos y empresarios

Detrás de este flujo migratorio masivo opera una boyante industria conformada por políticos, empresarios y líderes locales de poblaciones fronterizas como Necoclí y Acandí en Colombia. Ellos organizan el transporte de los migrantes en lanchas, proveen guías y cargadores para ayudarlos a cruzar la espesa selva, y administran campamentos y restaurantes a lo largo de la ruta donde los migrantes pagan por comida, alojamiento y otros servicios.

Según la investigación del New York Times, cada migrante debe pagar al menos 170 dólares solo para ingresar a la jungla con un guía. Luego se suman costos adicionales por transporte, alimentación, tiendas de campaña, botas y más equipamiento. En total, cruzar el Darién puede costar unos 500 dólares por persona o incluso más para paquetes «todo incluido».

Esto significa que mensualmente los grupos locales están recaudando decenas de millones de dólares de esta actividad. Por ejemplo, un político local calcula que solo en agosto de 2022, con el paso de 82.000 migrantes, se generaron 14 millones de dólares.

Parte de estas ganancias se reinvierten en mejorar la infraestructura de apoyo para los migrantes, como construir carreteras, puentes, campamentos equipados e incluso contratar personal médico. El objetivo es facilitar y acelerar el tránsito para captar más clientes.

Los líderes locales argumentan que brindan un servicio humanitario, ya que de todos modos los migrantes intentarían cruzar esta peligrosa ruta. Sin embargo, organismos internacionales advierten que el Darién sigue siendo un trayecto mortal, especialmente en el lado panameño donde operan bandas criminales.

Crisis económicas, un impulso a la industria migratoria

Mientras esta industria migratoria florece, las autoridades nacionales de Colombia tienen poca presencia en la región fronteriza. La zona está bajo control de grupos armados como el Clan del Golfo, que cobran su propio «impuesto» a los migrantes y se benefician del negocio.

El gobierno colombiano firmó un acuerdo con Estados Unidos para combatir este tráfico ilícito de personas, pero en la práctica no ha tomado medidas efectivas. El presidente Petro incluso declaró que facilitar el tránsito de los migrantes por razones humanitarias, una postura que alimenta esta industria.

Al persistir la crisis política y económica en Venezuela y otros países, es probable que el flujo migratorio por el Darién se mantenga o incremente. Y con él, seguirán prosperando los negocios que se lucran con la desesperación de personas que buscan una vida mejor al norte, convirtiendo esta selva en un punto clave de la industria migratoria latinoamericana.