El gigante farmacéutico Rite Aid, un clásico de los centros comerciales en Estados Unidos desde los años 60, se ha declarado en bancarrota para intentar salir de una prolongada crisis financiera que parece abocarle al cierre de buena parte de sus más de 2.000 tiendas.

La espiral descendente de Rite Aid

La veterana cadena de farmacias, con sede en Filadelfia, lleva inmersa en una espiral negativa desde hace más de seis años, con pérdidas millonarias ejercicio tras ejercicio que han hundido su valor en Bolsa y han disparado su deuda hasta los 8.600 millones de dólares actuales.

Tras décadas siendo uno de los principales actores del sector farmacéutico en EEUU, Rite Aid ha sido incapaz de adaptarse a los profundos cambios experimentados en la distribución minorista del país en los últimos 15 años, con la irrupción de poderosos competidores como las cadenas de descuento Walmart y Amazon, que ha implementado no pocas estrategias para pagar menos impuestos.

Especialmente dura ha sido la competencia de sus rivales más directos Walgreens y CVS, que poco a poco fueron ganando cuota de mercado a una Rite Aid cada vez más debilitada. El golpe de gracia llegó en 2015, cuando la cadena acordó vender más de la mitad de sus 4.000 tiendas a Walgreens, en una operación que evidenció la crisis terminal que atravesaba.

Ese recorte drástico de su red comercial minó aún más la viabilidad futura de Rite Aid, que vio como en apenas dos años su negocio se reducía a la mitad. Lejos de solucionar sus problemas, la operación con Walgreens no hizo sino anticipar el lento declive que culmina ahora con su declaración de bancarrota.

Distribución de opiáceos, un serio problema para la cadena farmacéutica

A la competencia y los números rojos se han unido en los últimos tiempos los graves problemas legales de Rite Aid por su contribución como distribuidor a la epidemia de opiáceos que azota EEUU. Las demandas se cuentan por miles y algunas de ellas han terminado en acuerdos extrajudiciales por cientos de millones de dólares.

Precisamente el pasado marzo el Departamento de Justicia presentó su propia denuncia contra la cadena farmacéutica, a la que acusaba de “abrir las compuertas” de la crisis de los opiáceos al despachar de forma ilegal miles de recetas de potentes analgésicos.

Tras agotar todas las opciones, Rite Aid se ha acogido finalmente al Capítulo 11 de la ley de bancarrotas de EEUU, lo que le permitirá protegerse de los acreedores mientras intenta reestructurar la abultada deuda. Los prestamistas de la compañía ya se han comprometido a inyectar 3.450 millones de dólares para apuntalar el proceso.

Uno de los principales efectos previsiblemente será el cierre de cientos de los más de 2.000 establecimientos que aún operaban bajo su marca, en los que trabajan unos 50.000 empleados. De momento no está claro cuántas tiendas echarán el cierre ni qué trabajadores se verán afectados por un recorte de plantilla que se da por descontado.

De confirmarse sus peores presagios, la desaparición de Rite Aid se sumaría a la de otras históricas cadenas que han echado el cierre en Estados Unidos en los últimos años, incapaces de resistir los cambios sísmicos en el comercio minorista, como Toys R Us o Bed Bath & Beyond. Un eclipse que confirma la implacable supremacía de Amazon en todos los ámbitos del retail.