Dos décadas después de la invasión de Estados Unidos a Irak, las secuelas de esa controversial guerra todavía son visibles. Si bien los terribles costos humanos suelen acaparar los titulares, el impacto económico de estos 20 años de conflicto armado también ha sido de proporciones descomunales.

De acuerdo con un informe de la profesora Neta Crawford de la Universidad de Brown, el gasto acumulado de las guerras libradas por EE.UU. en Irak y Siria desde 2002 asciende al mareante total de 2,8 millones de millones de dólares. Esta es una cifra difícil de comprender. Para ponerlo en contexto, esto equivale a más de 10 veces lo que el Pentágono recibía anualmente antes de 2001.

Inicialmente se estimó que la invasión y derrocamiento de Saddam Hussein tendría un impacto económico de entre 50.000 y 300.000 millones de dólares estadounidenses. Una cifra muy por debajo de la realidad posterior. Los gastos incluyeron no solo la invasión inicial sino también operaciones de contrainsurgencia, programas de reconstrucción, entrenamiento de fuerzas locales iraquíes y nuevas intervenciones militares contra grupos terroristas emergentes como el Estado Islámico.

El impacto económico de la guerra infinita que pagan los contribuyentes

Hasta ahora, los contribuyentes estadounidenses han desembolsado más de 2 millones de millones de dólares desde 2003 por estas campañas bélicas. Esto sin contar los intereses futuros de la astronómica deuda incurrida para financiarlas. Se estima que cada hogar estadounidense ha pagado un promedio de más de 7.600 dólares solo por la guerra en Irak.

Además de los gastos directos en operaciones y despliegue de tropas, existen crecientes costos indirectos como la atención médica y compensación a los cientos de miles de veteranos discapacitados. Algunas proyecciones sitúan estos gastos en 2 millones de millones de dólares adicionales para las próximas décadas. Otros análisis que consideran un impacto económico más amplio sugieren que el costo total de estas guerras podría ascender a la estratosférica cifra de 6,5 millones de millones de dólares.

Pese al repliegue de tropas de Irak en 2011, la factura bélica para el contribuyente estadounidense está lejos de terminar. Actualmente hay 2.500 soldados destacados en territorio iraquí. Además, se solicitan 400 millones de dólares extras para 2023 con la justificación de contrarrestar la amenaza yihadista. Claramente, el impacto económica de estas guerras seguirá pesando sobre los hombros de los contribuyentes durante muchos años por venir.

Lecciones de la guerra en Irak

Expertos señalan que incluso escapa a la capacidad de comprensión del ciudadano común dimensionar correctamente la magnitud de estos costos de guerra. Dichos gastos superan el PIB anual de la mayoría de las naciones del mundo. Reflexionar con meticulosidad sobre estas astronómicas cifras resulta fundamental. Especialmente en momentos en que crecen las tensiones geopolíticas globales y algunos abogan por un mayor intervencionismo militar estadounidense.

La amarga lección que deja la historia reciente es que, si bien una pequeña élite se enriquece fabulosamente con la industria bélica, son finalmente los contribuyentes y las naciones invadidas las que terminan pagando el precio más alto, tanto económico como humano. Urge recordar estas sangrientas cuentas antes de embarcarse precipitadamente en nuevas y costosas aventuras militares.