Si las personas desplazadas por la fuerza constituyeran una nación, ocuparían el puesto 12 entre los países más poblados del mundo. No tienen territorio ni bandera, pero su crecimiento demográfico supera al de cualquier país: en solo una década, el número de refugiados se ha duplicado. A finales de 2024, sumaban 123,2 millones de personas. A pesar de una leve disminución a inicios de 2025, la magnitud del fenómeno refleja una crisis global persistente, multidimensional y, sobre todo, humana.

Una década de refugiados en aumento

En los últimos diez años, los conflictos armados, las persecuciones políticas, las violaciones a los derechos humanos y la inestabilidad social han generado olas migratorias sin precedentes. Una de cada 67 personas en el planeta ha sido obligada a abandonar su hogar. Sudán, Ucrania, Siria y Afganistán concentran una gran parte de estas historias de huida, resistencia y búsqueda de futuro. Solo en Sudán, al cierre de 2024, una de cada tres personas había sido desplazada internamente.

Retornos que no siempre son una solución

Durante 2024, se registraron 1,6 millones de retornos de personas refugiadas, el número más alto en más de veinte años. Sin embargo, el 92 % de esos retornos se concentraron en cuatro países: Afganistán, Siria, Sudán del Sur y Ucrania. Lejos de representar siempre una solución, muchos regresos ocurrieron en contextos adversos: servicios públicos colapsados, pobreza estructural, desempleo rampante e inseguridad generalizada. La aparente buena noticia de los retornos esconde una realidad más compleja: muchos son insostenibles y están forzados por la precariedad en los países de acogida.

El sistema humanitario, al borde del colapso

A la par del crecimiento del número de refugiados, disminuyen los recursos disponibles para atenderlos. Los recortes en la financiación de organizaciones humanitarias están poniendo en riesgo servicios esenciales: alimentación, albergue, protección de mujeres y niñas, espacios seguros. Sin estos apoyos, muchos refugiados pierden la posibilidad de iniciar una nueva vida o de retornar dignamente. Y las comunidades que los acogen, en su mayoría países de ingresos medios y bajos, se ven cada vez más desbordadas.

Reasentamiento y ciudadanía: pequeñas luces en el camino

En 2024, casi 189 mil personas refugiadas fueron reasentadas en terceros países, la cifra más alta en más de 40 años. Además, cerca de 89 mil obtuvieron la ciudadanía o residencia permanente en el país que los acogió. Aunque modestas frente a la magnitud del problema, estas cifras muestran que, cuando hay voluntad política y recursos, es posible construir caminos hacia la integración.

La urgencia de atacar las causas de raíz

La única forma sostenible de reducir el número de personas desplazadas es abordar las causas que las obligan a huir. Sin paz, sin justicia, sin respeto al derecho internacional humanitario, no hay soluciones duraderas. El retroceso reciente en el crecimiento del desplazamiento —apenas un 1%— podría revertirse si persisten los conflictos en Sudán, Congo, Siria y otras zonas críticas del planeta.

Refugiados, un país que interpela a la conciencia global

El reto no es solo asistir, sino transformar. Exige que los países desarrollados compartan responsabilidades, aumenten los fondos y cambien el paradigma de los refugiados. Como dijo la ministra española de Inclusión, Elma Saiz, “acoger no es fácil, pero es lo justo”. Porque al proteger a los desplazados, no solo se salva a quienes huyen: se defiende la dignidad humana que nos une a todos.